Estudios publicados en Emotion (2022) demuestran que personas que logran identificar y gestionar sus emociones experimentan un 23% menos de estrés crónico en situaciones cotidianas, como discusiones familiares o laborales; por ejemplo: quien identifica su ira como «frustración por impotencia» (no como «odio al mundo») tiene el mucho más probabilidades de resolver conflictos de manera constructiva (Chung y otros, 2022). Es decir, en el ámbito interpersonal la inteligencia emocional opera como una brújula que nos guía para construir redes o conexiones que nos permiten una mejor calidad de vida. Rosenberg (2003) enfatiza que frases como «Siento que necesito espacio», en lugar de «Déjame en paz», reducen un 40% los malentendidos en parejas.

En la Sesión 4. Empatía y habilidades sociales, comentamos que la empatía se manifiesta en momentos y gestos cotidianos: desde notar el tono de voz cansado o molesto de un compañero de trabajo (claro: y ofrecer ayuda) hasta validar el miedo de cualquier familiar ante un una situación que pueda generar estrés. Estos microactos, estas pequeñas situaciones, construyen esas redes de apoyo emocional que mejorarán nuestra calidad de vida... y la de con quienes nos involucramos.

En resumen: la inteligencia emocional, nos permite transformar lo cotidiano en una oportunidad de crecimiento. La frase: «tómate tres segundos», o «tómate tus minutos Milky Way», son interpretaciones de lo mencionado por el profesor emérito de medicina Jon Kabat-Zinn (1990), quien propone que prácticas como pausar 3 segundos antes de reaccionar a un mensaje molesto o agradecer conscientemente el café de la mañana, reconfiguran nuestro cerebro para la resiliencia. En ese sentido, un estudio en Frontiers in Psychology (2023) con 1,200 participantes reveló que quienes llevaban un «diario emocional» durante un periodo de 3 meses mejoraron un 35% su satisfacción vital; esa es la importancia de la actividad de la Sesión 2. Autoconciencia y autorregulación emocional. La inteligencia emocional, entonces, no es un lujo: es el arte de convertir el tráfico, las reuniones, los cursos de ProAcción UV, las reuniones con amigo (cómodos e incómodos) y las cenas familiares en «laboratorios» y espacios de autoconocimiento.